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San Miguel de Tucumán

Disculpen las molestias, pero nos están matando

Se cumplen ocho años de la primera marcha de Ni una menos. Qué significó esa movilización, qué se logró y por qué las mujeres seguimos marchando.

Hay un cartel que me llamó mucho la atención. Lo vi en una foto, lo sostenía una mujer en una de las marchas del “Ni Una Menos”. Se destacaba entre los otros desprolijos escritos. Decía: “Disculpe las molestias, pero nos están matando”. Un mensaje simple, pero contundente. Irónico, tímido y cierto.

Desde hace varios siglos ya, las mujeres pedimos perdón por existir, porque hacerlo no nos sale gratis. Vivir… estar en este planeta…, pisarlo y sentirlo libremente, para nosotras es tarea difícil. Porque por cualquier cosa nos juzgan, nos violentan y nos matan. Pero, a pesar de todo, seguimos, será que nos hicimos tercas y valientes.

El femicidio de Chiara Perez, en mayo del 2015, colmó lo que hace décadas y décadas -por darle un marco temporal-, veníamos sintiendo. Y no es que nos quedábamos calladas y quietas, sino que esta vez entendimos que es mejor organizarnos. Así, el 3 de junio, nació el Ni una menos, una consigna que se hizo bandera.

Aquel día, las plazas repletas en más de 80 ciudades de la Argentina, movió las estructuras sociales y del Estado. Luego, como si el hartazgo y la búsqueda de justicia se contagiara, se replicó en Latinoamérica, llegando a otros continentes. Es que el machismo también está globalizado.

Los datos aportados por la ONU Mujeres revelaron que en el 2021, 81.100 mujeres fueron asesinadas en el mundo, de las cuales 45.000 murieron en manos de su pareja, ex pareja u otro familiar. Sin embargo, de ese total, cuatro de cada diez homicidios de mujeres carecían de datos contextuales que permitieran clasificarlos como asesinatos por razones de género.

Incluso, en los países del primer mundo, ni siquiera le ponen nombre a las muertes de mujeres generadas de manera intencional por el hecho de ser mujer. Estados Unidos no tiene una tipificación para este delito; por lo tanto, las estadísticas son vagas. La organización Violence Policy Center (VPC), encargada de analizar la violencia, arrojó que en el 2020 fueron asesinadas 2.059 mujeres y que el 89% de ellas conocía a sus agresores.

En Argentina, la ley 26.791, sancionada el 14 de noviembre de 2012, reformó el artículo 80 incorporando la figura de femicidio en el Código Penal, ampliando la criminalidad del acto. Esto permitió visibilizar la forma en que ciertas muertes se inscriben en la estructura de relaciones desiguales de poder entre varones y mujeres.

Sin embargo, más allá de la importancia de ponerle un nombre a esta realidad, lo cierto es que nos siguen matando. Matan a nuestra madre, desaparece una amiga, golpean a nuestra hija. Lo vemos todo el tiempo en la televisión y se van acumulando en nuestros recuerdos. La violencia hacia nosotras está presente, nos rodea permanentemente. La sufrió mi vecina, que estuvo a tiempo de recibir ayuda y pudo salir; pero, la sigue sufriendo la señora que me atiende en el almacén.

Aunque estamos lejos, muy lejos, de evitar que nos maten, el “Ni una menos”, permitió visibilizarnos, acompañarnos y, como dije anteriormente, organizarnos. Ese 3 de junio nuestro país tembló, por la pisada fuerte y determinante de las que salieron a marchar. A base de gritos, banderas y purpurina se logró la promulgación de importantes leyes y la implementación de políticas públicas que buscan prevenir y sancionar la violencia de género.

Sin embargo, aún queda mucho para cambiar las estructuras sociales y culturales que perpetúan el machismo. Por eso, tenemos que seguir haciendo mucho ruido y reclamar, reclamar, reclamar… hasta que nos escuchen. Porque como ya saben, y disculpen las molestias, nos siguen matando.

Nota de opinión: Bárbara V. Escolano Viale (periodista)

Espacio UNT

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