A 41 años del inicio del conflicto armado, Malvinas es una historia que todavía duele. No solo por lo irracional de una guerra imposible de ganar contra una de las potencias militares más importantes del mundo, sino por lo que significó para los soldados el regreso a un país que no los esperó como a héroes.
“Si quieren venir que vengan, le presentaremos batalla”, fue la arenga bélica del presidente de facto, Leopoldo Fortunato Galtieri, en una Plaza de Mayo copada de público. Se trataba del último manotazo de ahogado de la dictadura cívico-militar que buscaba perpetuarse en el poder. Luego de ese desafortunado discurso en el balcón de la Casa Rosada -8 días después- el 2 de abril de 1982 se produjo el desembarco de tropas argentinas en las Islas Malvinas, dando inicio a una guerra con el Reino Unido que duró 74 días.
La guerra fue aberrante desde todos los puntos de vista. Por empezar, el grueso de los soldados eran conscriptos de entre 18 y 20 años. 12.500 jóvenes fueron carne de cañón al asistir a un conflicto bélico sin nada de experiencia y en condiciones deplorables para el enfrentamiento: armamento obsoleto, falta de abrigos y de alimentos.
Lo peor, es que los mismos oficiales que llevaron adelante el terrorismo de Estado, utilizaron la misma metodología del horror con sus propios combatientes: vejámenes, estaqueos, torturas, simulacros de fusilamiento, castigo físico y presión psicológica.
A la par del conflicto, se desarrollaba un poderoso mecanismo de propaganda orquestado por el poder militar, y que con la complicidad de los grandes medios de comunicación, lograron establecer una visión triunfalista sobre Malvinas engañando a la sociedad. Aunque las tapas de la revista Gente y del Clarín, hablaban de la rendición de los ingleses y de la recuperación de las islas, en tierra malvinense la guerra estaba perdida.
El hundimiento del crucero ARA “General Belgrano” atacado por el submarino nuclear británico HMS “Conqueror”, el 2 de mayo, significó un duro golpe para las fuerzas argentinas por las bajas ocasionadas. Fueron 323 los soldados que no volvieron.
“Una fecha, 2 de mayo, por siempre reencontrará nuestros pensamientos y oraciones. Y al dejar navegar nuestra imaginación, estrechamente juntos, volveremos a surcar el mar en nuestro eterno y querido crucero”, le escribió el Capitán Elías Bonzo, último comandante de esa embarcación, a su dotación: a los que sobrevivieron y los que no.
La rendición argentina se produjo el 14 de junio de 1982 y dejó como saldo 632 soldados argentinos muertos, más de 1200 heridos y 250 soldados ingleses muertos.
El retorno de los soldados de Malvinas luego de la derrota fue visto como una amenaza para las ya gravemente desprestigiadas Fuerzas Armadas. Ante esto, el gobierno de facto intentó ocultar y retrasar la llegada de los combatientes, no haciéndose cargo del regreso y destruyendo todo material fotográfico que mostrara el estado calamitoso en el que se encontraban. Fueron los propios ingleses los que se encargaron de asistir y trasladar a los soldados argentinos.
La derrota en Malvinas precipitó el fin de la dictadura y de la Junta Militar que gobernaba el país: el golpe de estado de 1976 estaba llegando a su fin.
Pero Malvinas continuó siendo una herida abierta y una historia que aún duele. A los 632 soldados caídos en combate, se les debe sumar la cantidad de ex combatientes que se quitaron la vida. Si bien no hay un número exacto, se estima que el número va de los 400 a 500 suicidios. Sobrevivieron a la guerra pero no pudieron sobrevivir al silencio y al olvido impuestos por los militares.
Es por ellos y para no olvidarlos, que cada 2 de abril se conmemora en nuestro país el Día del Veterano y de los Caídos en la guerra de Malvinas, establecido por ley del congreso nacional en el año 2000, como feriado nacional. Se trata de una fecha clave para ejercer la memoría y para que los reclamos por las islas se realicen siempre por las vías diplomáticas.