Argentina se encuentra al borde de ser la nación con la inflación más elevada del mundo, según datos revelados por el Instituto de Estadística y Censos (INDEC) el pasado jueves. Con un aumento del 211,4% en los precios al consumidor durante el año 2023, el país enfrenta su indicador más alto en tres décadas.
Este preocupante resultado coloca a Argentina como la segunda nación con mayor inflación a nivel global, superando a Venezuela y quedando apenas medio punto porcentual por debajo del Líbano, actual líder del ranking mundial.
Inflación en la región
En términos regionales, Venezuela experimentó un aumento del 3,9% en diciembre, elevando su inflación anual a un 193%. Colombia, por su parte, registró un incremento del 9,28% en 2023, mientras que Uruguay experimentó una deflación del 0,11% en diciembre y acumuló un 5,11% durante el año pasado.
Chile presentó una variación negativa del 0,5% en diciembre, acumulando un 3,9% en 2023. Brasil, la economía más grande de la región, exhibió una inflación del 0,56% en diciembre y un 4,62% interanual. Paraguay cerró el año con un 0,3% en diciembre y un 3,7% acumulado, mostrando una mejora respecto al 8,1% anual de 2022.
Perú, Bolivia y Ecuador también presentaron datos respecto a su situación inflacionaria. Mientras Perú acumuló un 3,24% en 2023 con una inflación del 0,3% en diciembre, Bolivia experimentó un 2,12% durante el año y un 0,63% en el último mes. Ecuador, en cambio, cerró el año con una deflación del 0,02% y un 1,35% interanual, consolidándose como el país con menor inflación en la región.
Países con mayor inflación del mundo
Líbano: 211,9%
Argentina: 211,4%
Turquía: 64,8%
Zimbabue: 26,5%
Irán: 43,8%
Siria: 37,8%
Sudán: 37,3%
Yemen: 36,8%
Impacto de la inflación en Argentina
La elevada inflación tiene consecuencias negativas en la economía, reduciendo el poder adquisitivo de salarios y jubilaciones, encareciendo productos y servicios, y generando incertidumbre en los mercados. Según el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF), la inflación acumulada en 2023 ha disminuido el poder adquisitivo de los salarios en un 10,3%, lo que significa que los trabajadores necesitan un 10,3% más de ingresos para comprar la misma cantidad de bienes y servicios que un año antes.