Dolores Pujol es la madre de Marco, un joven de casi 38 años con autismo y sin capacidad de comunicación verbal. Durante años, ha llevado consigo la angustia acerca del futuro de su hijo, pero ahora esa preocupación se ha convertido en un proyecto único en el país: la creación de «casas supervisadas», que también servirán como lugar de descanso temporal para los cuidadores.
«Son chicos que necesitan un grupo interdisciplinario de profesionales, tienen que estar permanentemente en terapias, ese es el tratamiento de ellos. Todo era poco y nosotros con mi marido fundamos, en ese momento, una una escuela acá en Tucumán que duró unos años, como 15 o 20, y después de eso, mi hijo empezó con un tratamiento ya desde la casa, con terapeutas que lo buscaban, que salía, que sociabilizaba, que es la parte que a ellos más le cuesta», aseguró.
Desde hace 13 años, Dolores Pujol envía a su hijo a la escuela San Martín de Porres. «Son 130 chicos que asisten a esta escuela. Nosotros formamos la Fundación Ania, que somos el grupo de mamás de la escuela San Martín de Porres», precisó.
Por supuesto, Dolores asegura que transitar este camino «es complejo». «No es fácil, pero tampoco es imposible. De hecho, es el día de hoy que se puede convivir perfectamente con mi hijo. Son chicos que entienden todo, que tienen diferentes formas de procesar la información. En el caso de mi hijo que no habla o por ahí tiene una crisis y se enoja, no me la puede expresar, no me la puede decir y es angustiante», sostuvo.
En cuanto a la construcción de una residencia para personas con autismo, Dolores Pujol informó: «Este lugar va a ser específicamente para chicos con TEA, no chicos con otro tipo de discapacidad. Ojalá se reconozca la obra social, por lo menos algo. Es como dejarle el futuro asegurado a mi hijo, de alquilarle por decirte su casita o su lugar. Seguramente, los padres tengamos que aportar. Ojalá nos ayuden las obras sociales y los padres que podamos aportar algo».