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San Miguel de Tucumán

El oficio de relojero, entre la nostalgia y la crisis económica – (VIDEO)

Juan Carlos y Roque, dos veteranos del oficio en nuestra provincia, describen el difícil presente que enfrentan los relojeros en un mercado que cambia constantemente.

El trabajo de relojero, que alguna vez fue esencial, hoy enfrenta serios desafíos. Así lo describen Juan Carlos Clemente y Roque Alfredo Baltich, dos de los relojeros con más experiencia en la provincia. 

Juan Carlos, de 80 años, empezó en el oficio cuando tenía 13, mientras que Roque, de 73, comenzó a los 15. Ambos han pasado los últimos 40 años trabajando en un taller ubicado en la Galería Maipú, donde ven cómo su profesión se transforma lentamente en un arte olvidado.

“La situación está difícil. Cada vez tenemos menos trabajo porque el reloj dejó de ser un accesorio esencial”, comenta Clemente. La crisis económica y la caída del poder adquisitivo agravan la situación. “La gente no tiene dinero en la calle, eso nos afecta directamente”, agrega.

A estos problemas se suma la aparición de nuevos modelos de relojes que dificultan su reparación. Roque Baltich lo explica con resignación: “Sacan modelos sellados todos los días. Ya no podemos abrirlos ni repararlos, entonces quedamos sin trabajo”. 

Explicó que el oficio de relojero quedó reducido a la reparación de relojes antiguos. Es decir, en su mayoría pertenecientes a familias que valoran conservar esas piezas por su significado sentimental. “Lo que hacemos ahora es arreglar los relojes que la gente quiere conservar, pero también ocurre que dejan el trabajo y no lo retiran”, dice Baltich.

El celular ha cambiado la relación de las personas con el tiempo. “Hoy, la gente mira la hora en el celular, ya no necesita un reloj”, reflexiona Juan Carlos. Como resultado, muchas personas no retiran los arreglos del taller, lo que agrava aún más la situación de los relojeros. “Nos quedamos con muchos relojes sin entregar, y nosotros ya hemos invertido en repuestos”, señala.

En cuanto al costo, reparar un reloj puede costar entre 30 mil pesos o más, una cifra que muchos clientes consideran excesiva. “Prefieren gastar lo mismo en un café que cambiar una pila que les dura un año”, lamenta Clemente. Un simple cambio de pila, que cuesta entre 4 y 5 mil pesos, también parece excesivo para algunos.

A pesar de las dificultades, Juan Carlos y Roque aseguran que, si volvieran a nacer, elegirían ser relojeros nuevamente. “Es lo mejor que me pasó en la vida”, concluye Juan Carlos, con una sonrisa de satisfacción, por dedicarse a hacer lo que tanto ama.

El oficio del relojero

Informe: Martín Arrabal

Espacio UNT

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