Ariel estaba en la escuela, sentado cerca de una de las ventanas del aula. En ese momento, una camioneta de la policía se estacionó en la puerta del establecimiento. Ariel saltó por la ventana y salió corriendo. Desde muy pequeño, Ariel Marguz soñó con ser como Dan Harrelson, el protagonista de la serie S.W.A.T. Fantaseaba con llevar un arma, rescatar a personas en peligro y vivir con la adrenalina a flor de piel. Cuando vio la camioneta ploteada y los policías adentro, no dudó un segundo. Era la oportunidad para acercarse un poco más a su sueño.
¿Cómo puedo hacer para ser como ustedes?, preguntó. Tenés que estudiar. La contundente y cortante respuesta de los policías lejos de desanimarlo, fue un estímulo. Ariel terminó la secundaria y se anotó en la Escuela de Policía, en Buenos Aires. Hizo el año obligatorio de comisarías y después pasó a Infantería, la fuerza de combate que utiliza armas y lucha contra el enemigo en enfrentamientos a corta distancia. A fuerza de estudio y disciplina, Ariel cumplió el sueño del pibe.
Eulogia Rocha nació en Tucumán. Su juventud transcurrió en los años ‘50. Madre soltera en una época donde cualquier desvío de la familia convencional era una afrenta a la moral, ella se dedicó a criar a sus hijos con amor y sin vergüenza. Buscando trabajo consiguió un puesto en un restaurante. Eulogia tenía el don de la cocina, sabía mezclar especias como una alquimista y convertir el ingrediente más insípido en el plato más sabroso. Sin embargo, en el restaurante entró para limpiar los pisos.
En la ciudad de la furia la vida de Ariel transcurría del cuartel a la calle y de la calle al cuartel. Con su grupo encabezaban diferentes travesías e investigaciones. En una ocasión tuvieron que desbaratar una banda narco en la villa 1 – 11 -14. Para saber con certezas la ubicación de los delincuentes se internaron en el caserío disfrazados de médicos veterinarios, haciendo una campaña de vacunación. Al cabo de un mes, dieron con la casa del jefe de la banda. Sin embargo, las cosas no salieron como esperaba. Durante el allanamiento, Ariel fue herido de gravedad y, por milímetros, zafó de la muerte. Ese hecho lo marcó en la piel y en el espíritu, y decidió retirarse de las fuerzas.
Ariel colgó el rifle, pero no se alejó del fuego. Cambió las armas por cucharas y cuchillos, se calzó un delantal y se enamoró de la cocina. No había tiempo que perder, otro sueño lo esperaba. Aún en Buenos Aires, comenzó a hacer pasantías en bares y restaurantes ansioso por incorporar todos los conocimientos posibles. Trabajó gratis en El Palacio de la Papa Frita, el tradicional local porteño ubicado en plena calle Corrientes. “No me interesaba cobrar, quería ganar experiencia”, dice con una sonrisa.
Sus deseos de aprender y conocer nuevos sabores lo llevaron al Viejo Mundo. En 2008, Ariel armó las valijas y cruzó el charco. Durante ocho años recorrió países, caminó ciudades, degustó comidas y descubrió nuevos aromas. “Francia es la cocina de la mitología, sus técnicas son hermosas. Pero lo que más me impactó fue Italia. Allí es el amore per il mangiare, la dulzura de no hacer nada”, recuerda con un dejo de nostalgia en la voz.
Eulogia comenzó desde abajo. Primero se encargó de la limpieza del restaurante, pero no pudo ocultar sus conocimientos y, de a poco, se incorporó al equipo de cocina. Allí desplegó su arte en platos típicos del norte argentino como las empanadas, el locro y la humita. En ese momento, Eulogia comenzó a soñar en grande, como hay que soñar siempre. Anhelaba tener su propia casa de comidas, un típico bodegón argentino, donde los platos son caseros y abundantes, se sirven en bandejas de plata, y el olor de la cocina se escapa por la puerta e invade el salón donde están los comensales.
Ya de vuelta en Argentina, llegó la hora de cumplir ese sueño, ese segundo sueño. Era el momento de poner sobre la mesa todos los conocimientos gastronómicos que había cosechado en esos años de trotamundo. Los saberes de la cocina de Ariel pasaron por el barrio Victoria, el Oeste II y un lujoso hotel del centro de San Miguel de Tucumán. Hasta que llegó una gran e inesperada oportunidad.
En el año 2023, la Intendencia de Tafí Viejo decidió revivir el antiguo Mercado Municipal. Un espacio para las comidas típicas; y frutas y verduras a precios accesibles para los vecinos y turistas. Uno de esos locales estaba reservado para Ariel. Le ofrecían tres meses de gracia hasta que se asentara y las ventas sean suficientes como para asumir los gastos. Ariel y su esposa, Georgina, no lo dudaron. Se pusieron manos a la obra en el local de la calle Uttinger 256.
En medio de esa faena, a Ariel se le vinieron los recuerdos de su infancia a la cabeza. El olor a salsa burbujeante en una olla, la intensidad de la albahaca, la densidad del aceite de oliva derramándose sobre una tostada calentita. Recordó las tardes con su abuela, ella dedicada a su arte y él atento a cada detalle. Y entonces tuvo una revelación: “Vamos a cumplir el sueño de la Eulogia. Vamos a hacer un bodegón con mucho acento tucumano”.
Los dos grandes sueños se cumplieron y las dos pasiones de Ariel están sumamente y casualmente relacionadas. La cocina está organizada como se organiza un pelotón en las fuerzas. Hay puestos y jerarquías que deben respetarse tanto en la cocina como en las fuerzas. En la cocina el único que habla es el chef y en la milicia el general. El estrés es otro factor común que tienen ambas profesiones.
Doña Eulogia es su lugar, su sueño cumplido. Desde allí él busca transmitir lo que aprendió de sus grandes maestros y por supuesto de su abuela.