En un campo donde la testosterona impuso su dominio en la historia, un grupo de mujeres en la Policía de Tucumán logró lo que antes parecía imposible: conquistar espacios clave en una fuerza que, hasta no hace mucho, se reservaba casi exclusivamente para los hombres. Hoy, el 25% del plantel está compuesta por mujeres, una cifra que no solo refleja un cambio en la estructura de poder, sino también una transformación en la cultura interna de la institución.
Gilda Villagra, Gabriela Valdez, Jessica Jiménez, Paola Beatriz Lobo, Paola Molina, Patricia Soraire y Fabiana Villagra son algunos de los nombres que han logrado destacar en este ámbito. Sus días están marcados por la adrenalina de prevenir delitos, investigar homicidios y responder a situaciones de violencia de género. Sin embargo, cuando se quitan el uniforme, la vida no se detiene. Son madres, esposas, deportistas y, sobre todo, mujeres que continúan luchando en otros frentes.
La realidad de estas mujeres es dura. La doble jornada no es solo un mito: al terminar su turno en la comisaría, muchas vuelven a casa para seguir con las exigencias de la vida familiar. Aun así, no bajan los brazos. «Es un trabajo muy machista», reconocen, pero no se detienen. Con su tenacidad consiguieron abrir varias puertas, pero su lucha no termina ahí.
Estos testimonios revelan el sacrificio, pero también el orgullo de ser parte de una fuerza que está cambiando. Ellas no solo combaten el delito en las calles, sino también las barreras de género dentro de la institución. Mientras se hacen camino al andar, estas mujeres están listas para seguir rompiendo esquemas en una profesión donde todavía hay mucho por hacer.