En los últimos días de diciembre de 1977, cuando terminaban las clases, las alumnas de séptimo grado de la Escuela N° 10 de Hurlingham firmaron un contrato. En ese papel, se comprometían a crear una máquina del tiempo y visitar a su maestra Gladys Coviello.
Coviello nació en Tucumán y, luego de recibirse de docente, viajó a Buenos Aires. En la localidad de Hurlingham consiguió trabajo en la Escuela N° 10. Le asignaron el curso más díficil, pero eso no la amedrentó ni disminuyó sus ganas de enseñar. «La docencia es diversión y pasión», dice en la entrevista.
47 años después de aquel compromiso y aquella despedida, la máquina del tiempo funcionó y el reencuentro fue posible.