Tras el atentado, que ocurrió en el Crocus City Hall, continúan las operaciones de búsqueda para encontrar posibles sobrevivientes. Hasta el momento, se han detenido a once personas, incluidas las cuatro presuntas responsables del acto terrorista. La cifra de muertos asciende a 140 muertos y unas 80 personas continúan hospitalizadas.
El Estado Islámico se atribuyó la brutal masacre en un comunicado a través de su órgano de comunicación, Amaq. A través de su canal de Telegram, afirmaron que “atacaron una gran concentración de cristianos en la ciudad de Krasnogorsk, en las afueras de la capital rusa, Moscú, y causaron una gran destrucción, matando e hiriendo a cientos de personas antes de retirarse a sus bases de manera segura».
El presidente Vladimir Putin prometió castigar a los autores del atentado. En cadena nacional, el jefe de Estado prometió: “A los terroristas, asesinos y bestias, que no tienen ni pueden tener nacionalidad, les espera un funesto destino: venganza y olvido. No tienen futuro».
Al respecto, hizo un llamado esperando «la cooperación con todos los países que comparten sinceramente nuestro dolor y están dispuestos en la práctica a aunar esfuerzos en la lucha contra el enemigo común, el terrorismo internacional en todas sus manifestaciones».
El Kremlin informó el sábado la detención de 11 personas, incluidos cuatro asaltantes, por el ataque, atribuido al grupo yihadista Estado Islámico. A la masacre, una represalia por la participación rusa en conflictos en Siria y el Sahel africano, siguió a amenazas previas. Según el FSB ruso, los sospechosos tenían conexiones en Ucrania y planeaban escapar hacia allí tras el atentado.
«Los criminales planeaban cruzar la frontera entre Rusia y Ucrania y tenían contactos adecuados del lado ucraniano», indicó el FSB. En este contexto, Rusia aumentó la seguridad en aeropuertos, estaciones y en toda la capital.