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San Miguel de Tucumán

Manuel Belgrano, un prócer desobediente

Los tres hechos que describen la figura rebelde de uno de los héroes que ayudó a forjar nuestro destino.

Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano González nació en Buenos Aires el 3 de junio de 1770. Fue uno de los próceres imprescindibles de nuestra historia. Pero para convertirse en tal y contribuir a forjar una patria en los territorios sudamericanos que se libraban del yugo español, tuvo que desobedecer algunas órdenes y seguir sus instintos. Aquí te contamos tres episodios:


1- En 1812, por orden del Primer Triunvirato, Belgrano se hace cargo del Ejército del Norte. Apostado en Jujuy, descubre que las tropas están pobres, enfermas y sin ánimo después de la derrota en Huaqui.
A pesar de las advertencias del órgano porteño y la oligarquía jujeña que quería que el Ejército se quedará a defender sus tierras y pertenencias, Belgrano decide movilizar a la población en un gran éxodo. “No se puede sacrificar a muchos por el bien económico de unos pocos”, es la respuesta del General. Antes de partir, aplica la técnica de tierra arrasada y deja sin provisiones a los realistas. Así evita el ataque enemigo.


2- En septiembre de 1812, ya en Tucumán, Belgrano otra vez desobedece las órdenes de los primeros triunviros: Feliciano Chiclana, Juan José Paso y Manuel de Sarratea. Estos le indican que debía bajar hasta Córdoba para defender la ciudad de Buenos Aires de los ataques realistas. El General, apoyado por la élite tucumana, decide enfrentar allí a las tropas de Pío Tristán. Junto al caudillo Bernabé Aráoz desarrolla la estrategia. Prepara a las tropas y gana una de las batallas más decisivas del proceso independentista: la Batalla de Tucumán.


3- Antes de estos episodios, en febrero de 1812, Belgrano es enviado a orillas del Paraná a establecer dos baterías de cañones. Pide permiso al Triunvirato para que las tropas lleven un distintivo celeste y blanco que les permita diferenciarse del enemigo. Se lo conceden. Pero también escribió una carta explicando que: “Siendo preciso enarbolar bandera y no teniéndola, la mandé a hacer blanca y celeste conforme a los colores de la escarapela nacional”. El Triunvirato no estaba de acuerdo porque ese gesto tensaría aún más las relaciones con la monarquía española. Pero la respuesta llegó tarde. El 27 de febrero de 1820, a orillas del río Paraná, la bandera celeste y blanca se izó por primera vez en suelo sudamericano.

Estos tres hechos grafican el ímpetu, la perseverancia y la rebeldía de un hombre que puso los ideales de libertad e igualdad por encima de las ambiciones personales de un sector de la sociedad. Esta conducta se perfiló ya en su juventud cuando, por orden de su padre, viajó a España para educarse y poder continuar con los negocios familiares. Pero en Europa Belgrano conoció los ideales de la Ilustración.
De vuelta en suelo sudamericano, Belgrano desobedeció el mandato paterno de hacerse cargo de los negocios comerciales que la familia tenía en Buenos Aires. Estudió estrategia militar, defendió a la ciudad en la segunda invasión inglesa, y se hizo cargo de un ejército empobrecido en Jujuy para defender la causa patriótica. Sus ideales revolucionarios ganaron la pulseada. Su desobediencia forjó nuestro destino.

Alba Barbeito, profesora de Historia y periodista.

Espacio UNT

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