Gustavo Martinelli siempre sintió la necesidad de narrar historias. Comenzó como periodista y luego se aventuró en la perfumería. Tardó una década en dominar el arte de las esencias y las maceraciones. Fundó su propia marca, Le Perthus, en honor al pueblo francés que da nombre al apellido de su abuelo.
Martinelli crea perfumes basados en vivencias y personajes de Tafí Viejo. Su objetivo es contar historias a través de los aromas. Uno de sus primeros perfumes, Atahualpa, rinde homenaje a Yupanqui. La idea surgió mientras escribía sobre el cantautor, quien vivió en la ciudad de los limones durante su infancia.
A Yupanqui le encantaba recoger naranjas, comer caña y su flor favorita era la rosa. Martinelli utilizó estos tres elementos para componer el perfume Atahualpa. Todos los aceites esenciales se destilan de plantas de las Yungas y de Tafí Viejo, creando una conexión íntima con la tierra.
«El perfume es una memoria líquida», afirma Martinelli. Para él, la perfumería siempre fue un hobby heredado de su abuelo, quien también fue perfumista. Su abuelo estudió en Grasse, Francia, y aunque tenía otra profesión, dedicó su vida a la perfumería. Finalmente, montó un pequeño taller de destilado en Buenos Aires y luego se trasladó a Tucumán, donde vivió sus últimos años.
Martinelli creció junto a su abuelo, empapándose de sus conocimientos y pasiones. Recuerda cómo entraba al taller, destapaba las maceraciones y se impregnaba de todos los olores que su abuelo creaba. Esta experiencia diaria se convirtió en una obsesión.
Hoy, Gustavo Martinelli continúa el legado de su abuelo. “El perfume es una memoria líquida”, explica ya que no solo capturan esencias, sino también recuerdos e historias. Le Perthus es un testimonio de su conexión profunda con sus raíces y la ciudad que lo vio crecer.
