La crisis que atraviesa el transporte público de pasajeros, no es nueva. Lo llamativo es que nadie haya tomado los recaudos para evitar tocar fondo. La inflación, la disparidad entre el peso y el dólar, la desinversión crónica del sector privado y un Estado que, supuestamente, «discrimina» al interior del país.
Estos fueron los factores que, en resumidas cuentas, dejaron varados a más de 600 mil usuarios en nuestra provincia. Marta, caminaba esta mañana por plaza Independencia, con una mano agarrada a un bastón y la otra tomando el brazo de su hija. Al consultarle sobre el medio que había utilizado para trasladarse dijo «un taxi desde avenida Roca hasta avenida Sarmiento y desde ahí, nos vinimos caminando».
Al igual que Marta, miles y miles de personas sacaron dinero de su magra jubilación o, quizás de la plata que tenían destinada para la comida del día, tomaron un taxi y cumplieron con lo que ya tenían programado hacer este lunes. Otros, se pusieron las zapatillas y caminaron al centro desde su casa.
La anarquía reinante en torno a esta realidad es imposible de soslayar. El viento parece no correr nunca a favor, siempre en contra de los argentinos que están hartos de sobrevivir.
Esta mañana, los trabajadores agrupados en la Unión Tranviarios Automotor (UTA) pararon dos horas y media. Durante la tarde pararán, aunque el bloqueo de calles y accesos a la ciudad no está confirmado, como tampoco pueden confirmar desde el sindicato si habrá transporte público mañana.
Los mismos empresarios dijeron días atrás: «la semana que viene es el fin del transporte público de pasajeros». Los propietarios de las empresas de colectivo y los trabajadores del sector coinciden en algo: «la responsabilidad es de los poderes concedentes». ¿Serán eternos subsidios los que ambos sectores pretenden?