En febrero de 2007 se escribió la historia de uno de los crímenes más macabros que recuerde Tucumán. Liliana Cruz, una contadora de 39 años, desapareció sin dejar rastro. Su familia, preocupada, contactó a la policía después de que ella no regresara a su hogar. Las autoridades iniciaron la búsqueda y pronto encontraron su auto estacionado en la terminal de ómnibus de San Miguel de Tucumán. Las cámaras de seguridad mostraban a una mujer bajando del vehículo y dirigiéndose a la boletería, simulando que estaba a punto de abordar un colectivo.
Mientras la policía seguía esta pista, un macabro hallazgo cambió el rumbo de la investigación. Uno de los hijos de Dip descubrió lo impensable: dentro de la farmacia de su madre, en un placar, se encontraban las partes del cuerpo desmembrado de Liliana.
Los forenses confirmaron que Cruz había sido asesinada, sus brazos y piernas habían sido cortados, y su torso estaba escondido en cajas.
La farmacéutica no solo había asesinado a su amiga, sino que también plantó pruebas para desviar la atención. Se hizo pasar por Cruz al dejar el auto en la terminal y fingió que había tomado un colectivo para desaparecer.
El motivo exacto del asesinato nunca quedó completamente claro. Se dijo mucho: celos, conflictos económicos e incluso una traición personal, pero ninguno de estos móviles quedó confirmado oficialmente.
Poco años de condena para Dip
A pesar de la brutalidad del crimen, en 2011 la Justicia condenó a Dip a 12 años de prisión, tras un juicio abreviado. Sin embargo, pasó poco tiempo en la cárcel debido a salidas extramuros y la reducción de su condena por buena conducta.
En 2019, María Dip falleció por una enfermedad terminal, cerrando uno de los capítulos más oscuros en la historia criminal de Tucumán.
